17 de septiembre de 2014

Como prometí (hasta que consiga pasar las fotos a la computadora y subir algunas, algo de la ceremonia de ayer en los Kónex. Lo mejor, como siempre para una persona como yo, a la que las ceremonias y lo ceremonial la ponen muy nerviosa, que siempre tiene miedo de hacer lío, de tropezar en las escaleras del escenario o, como me pasó una vez en una entrega de diplomas (entregaba yo), abrazar al que corresponde y olvidarme de agarrar o soltar el diploma..., todo bien pero lo mejor estuvo antes y después..., en los encuentros con amigos del alma a los que se ve muy poco o con personas que una hace años de años (20, más) que no frecuenta. Es como si hubiera un remolino de tiempo y de pronto, rozáramos épocas que hicimos mal en olvidar. La cena, más tarde, en un restorán peruano de esos que nos gustan (Abasto de por medio), fue hermosa. Casi toda mi familia y una gran amiga y charlar y escuchar la charla de los que una quiere que, para mí, que no tolero el silencio ni la soledad, es un rumor tan importante para la vida como el aire.

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