10 de septiembre de 2014

Una más de la primavera: adelante, en la puerta de casa, el palo borracho que más tarde, para el otoño, se llena de flores rosadas y enormes que caen una sobre otra y manchan la vereda, está en el otro extremo de su año: el de los brotes. Hojas complicadas, en ramillete, las mismas que en verano son de un verde profundo. Pero ahora, cuando apenas están empezando a estirarse como dedos a partir del puño cerrado del brote, tienen un color entre dorado y rojo, el color del cobre. El árbol entero parece vestido de metal, como si fuera la estatua de un árbol. Pero no. No..., si una se acerca a mirarlo de cerca, se siente el arroyo de la savia en el tronco y las hojas se mueven en el viento y una hora más tarde, menos, están más grandes.

No hay comentarios: