15 de junio de 2015

La de hoy no fue una buena clase..., no sé por qué. Tal vez había problemas en el ambiente que yo no vi... Se divirtieron conmigo, se rieron, todas las veces en que hice preguntas las contestaron varias pero no hubo, no sé, chispa. Incluso terminé antes porque vi que no estaban del todo ahí. Ya me pasó otras veces en este tipo de laburo. Y lo entiendo aunque cuesta... Para compensar, hablemos de choferes. Yo tomo un auto de la Universidad desde la Estación de Ezeiza hasta la cárcel ida y otro de vuelta porque me queda infinitamente mejor que me dejen ahí y tomar el Roca hasta casa que un viaje a Capital y tener que volverme desde ahí... Eso estuvo muy complicado este año, cuesta todo pero finalmente (tres profesoras que vamos a tres cárceles distintas en el mismo horario) tenemos un chofer para ir y otro para volver. El de ida... no me llevo bien con él..., somos apenas civilizados. Hasta la radio que escucha me molesta pero no se lo dije. El de vuelta es un hombre de abajo que siempre me gustó. Hoy charlamos mucho rato mientras esperábamos a otra profesora frente al Penal 1. Y él empezó a preguntarme qué pasaba adentro, cómo eran los alumnos, si nos daba miedo. Yo le hablé de estereotipos y de que la relación es generalmente muy buena, en mi experiencia, y del cariño con que me cuidan siempre los alumnos y las alumnas. Y de pronto, me miró y dijo: "Pero claro..., son... como personas, como cualquiera" y yo sonreí. Y entonces, él, por fin, me contó que la combi en la que viajamos (claramente precaria) la arregló él para la UBA..., que estaba arruinada y que él esencialmente mecánico y me contó todo sobre materiales, asientos, ventanillas, y me iba mostrando con las manos grandes y expresivas y yo la creación en esos ojos, la dedicación, el entusiasmo. Me hizo bien..., después de una clase en la que no quedé satisfecha.

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