2 de julio de 2015


Crónica de trenes: vuelvo en el tren. El Roca está andando mal, muy mal en estos días. Tal vez sea por los pasos bajo nivel que no hicieron durante 25 años y ahora hacen todos al mismo tiempo, tal vez sea porque tienen que poner los trenes nuevos, no sé, pero está peor que en todos los años anteriores. Como sea, hoy viajé bien por primera vez en meses. Y venía viajando y hubo dos historias que se me cruzaron. Me paré frente a un asiento donde viajaban una mujer de unos treinta y cinco, cuarenta y un hombre y charlaban con sonrisas y demás. Pensé que eran pareja, por ahí sí, pero él bajó en Lanús y ella entonces, se durmió al lado mío (porque yo me senté cuando él bajó: a esa hora no aguanto ni dos estaciones parada si puedo evitarlo: yo bajo en Banfield). Como sea, charlaban. Ella trabajaba en casas de familia y empezó a hablar de que tenía finales y parciales y de todo lo que tenía que estudiar. A mí, me conmovió, me pareció hermoso que pudiera hacerlo y que eso la entusiasmara. Que lo comentara y le brillaran los ojos. Esa es una. La segunda: adelante de ella iban dos nenes chiquitos, no sé calcular la edad de los nenes desde que los míos son grandes, digamos 6, 7... o algo por el estilo. Viajaban con la nariz pegada al vidrio de la ventanilla, la madre con otros dos (más chicos) adelante. Me pregunté si conocerían la línea y se ve que sí porque después de Hipólito Yrigoyen (la única estación en Capital además de Constitución) el chico empezó a decirle a la hermana:
--AHí viene el agua, viene el agua. --Los dos miraron el Riachuelo que parecía un río menos maltratado en la oscuridad, las lámparas como reflejos largos y tranquilos bajo el Puente Bosch.
--Hay sirenas, ¿sabías? --dijo la nena.
Y yo pensé: si el río está escuchando seguramente sonríe, sonríe porque alguien cree que todavía tiene vida, que la vida es capaz de volver. Y entonces ella dijo:
--Son de las buenas, creo.
Después, llegamos a Darío y Maxi y se olvidaron del tema.

No hay comentarios: