22 de julio de 2015

Fui en auto a un lugar ignoto para mí que conozco más o menos (algunas calles) desde el 2011 cuando fui a dar clase a Devoto. Siempre me produce sensaciones extrañas entrar en barrios que no son el mío y de los conozco apenas algunos nombres de calles y cierta luz especial (para mí, cada barrio tiene su luz..., y cuando no los conozco, es una luz que me preocupa y me atrae al mismo tiempo). Las sensaciones son miedo (no me gusta, no me gusta nada perderme) y alegría, emoción porque de pronto, me parece que estoy de viaje, en las vacaciones, que piso eso por primera o segunda vez. Y esta vez, en algún lugar, ese descubrimiento que tiene que ver con las conexiones y las distancias. Para mi, ciertos lugares están separados de todo en la mente, los recuerdo pero no sabría llegar, no sé cuáles son los puentes para llegar a ellos desde lugar conocido. Esto es igual: abandono la General Paz que conozco casi de memoria (desde que estábamos de novios con Odi, cuando la viajaba de un lado a otro, completa constantemente, aunque eran otros tiempos siempre lo seguí haciendo y la quiero), y entonces entro por calles que conozco de nombre, por la leyenda solamente, y de pronto, llegué a un lugar que no sabía que estaba tan cerca de las cuadras que en tiempos de Devoto caminaba una vez por semana, Lope de Vega y Beiró, por ejemplo. No era tan lejos, me digo... y eso me maravilla. Volver, como siempre, es mucho, mucho más fácil.

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