13 de septiembre de 2015

Ayer, cartón lleno, el día que me gusta: levantarse tarde, no moverse mucho al principio pero después sí. Fuimos a ver la exposición de Viki Muniz al Hotel de Inmigrantes. El lugar es... algo que hay que ver, tan parecido al Hospital en que trabajaban mis viejos cuando yo era chica, frío, terrible en el fondo, convertido ahora en testimonio. Lo de Viki Muniz, me gustó muchísimo, algunas cosas más que otras: una que se llama sembrador y es parte de los cuadros hechos con basura donde aparece un negro que saca la mano con algo de una bolsa y está rodeado de basura, por ejemplo. La Elizabeth Taylor de diamantes, algunos retratos de caras simples pero profundas, las de las ciudades, Río y Buenos Aires, una sobre Narciso que me pareció bellísima, el tono sepia y ese carácter grandilocuente que no le gustó a mi hija Tam​ pero me gusta a mí, siempre. Muy brasileño, cosa que también me gusta: expresivo, colorido, tropical, caliente... Por la ventana, los cuatro, Odino​, Selva​, Tam y yo, miramos Puerto Madero de un lado y del otro, el río y un barco abandonado como una imagen de Macondo. Al principio había velas en el río, después no. Vimos la exposición de los inmigrantes, me gustó mucho... No digo más porque fue como si después de Muniz, no tuviera lugar para dejarla entrar. Como fuera, más tarde, nos fuimos al cine, a Puerto Madero, a ver Rick and The Flash, que no me encantó (por una vez coincido en que el final feliz es demasiado yanqui hasta para mí) pero me gustó seguir, algo en esa pasión por un arte que no llega a la fama me conmueve siempre..., aunque no estoy de acuerdo en que la película avale la idea muy de hombre de que hay que elegir el arte o la familia..., eso no lo creo. Pero me gustó ir y volver a comer con Tam a Lanús. Eso sí que es descansar para mí: moverse a la hora en que hay que moverse (después del mediodía), no moverse antes.

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