25 de febrero de 2016

Para compensar las quejas de los amantes del frío (los compadezco)..., para mí es una suerte inmensa este febrero, tan largo, tan fiel, tan intenso. Sin esos momentos de frío en los que no me alcanza toda la ropa que traje aunque siempre traigo algo de abrigo; bueno, ahora, hoy, tengo frío pero supongo que subirá, es una hora inhumana, el amanecer... Es una suerte porque no me duele nada, nada. Porque no me duele entrar al agua ni caminar en la oscuridad de la noche y buscar la ropa colgada por si llueve, porque no me saqué la malla (la mejor de las prendas del universo para mí) en los 25 días desde el 1 (excepto cuando tuve que ir a tomar examen, o al cine, claro), porque aunque no pude estar mucho afuera (si me llega una traducción hay que traducir..., y está bueno que llegue), puedo ir a sentarme debajo de los bebederos un rato cuando me canso y mirar los colibríes todos los días. Porque recuerdo haber tenido que encender la estufa otros febreros y en este, nunca. Porque los verdes están limpios y hermosos y tan increíblemente variados como la vida misma. Porque mirándolos me olvido del frío político, de lo que se viene y porque no hay que olvidarse pero hace falta respirar cada tanto, cada tanto hace falta un rato de aire bueno...

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