3 de mayo de 2016

Crónicas de Sandokán:
Hace dos o tres noches que no duermo bien. El perro duerme a los pies de la cama, cuando lo dejamos entrar. Fue así esta vez. Me desperté bruscamente después de una pesadilla (algo que ver con traducciones, claro... pero también con ahogarme, mi peor espanto) y no podía, no podía seguir en la oscuridad..., necesitaba luz. Me levanté y me fui al baño. Sandokán no se movió. Me lavé la cara, encendí la luz pero no fue suficiente, así que crucé hacia la habitación vacía de Tami, prendí la luz y me acosté un ratito en esa cama. Y entonces, vino el perro. Se acercó a mí despacio, me apoyó la cabeza en el brazo, me miró. Y después me tomó el brazo con la boca, como hace él, despacio, por la muñeca y tiró, despacio. Yo lo miré, asombrada, me levanté, y él me llevó a la cama, la otra, la mía. Y cuando me acosté, se acostó de nuevo y no volvió a insistir... Todo está en su lugar, eso creo que pensaba... Por suerte me volví a dormir. ¿Se entiende por qué no puedo vivir sin animales?

No hay comentarios: