13 de marzo de 2017

El Etna estaba tan nevado y tan frío que no se subía. Y por otra parte no había suficiente interés. Taormina estaba vacía. Así que para reemplazar esa excursión, dimos la vuelta al Etna con el auto. Empezamos por Randazzo, lo mejor de todo pero toda la vuelta fue bella sobre todo porque la montaña estaba ahí, hermosísima, enorme, furiosa (de vez en cuanto, el humo, señales de humo incluso, que se ven en una foto de Cefalú, como si nos estuviera hablando y yo creo que lo hace). La vimos por todos lados y fuimos parando en pueblitos y lugares y espacios y hubo momentos en que anduvimos por caminos nevados porque sí, nevaba en Sicilia. Y yo que la elegí porque creí que no pasaría eso (nada me gusta menos que la nieve).
Antes de Randazzo fuimos a ver los rápidos del río Alcántara. Seguramente la cosa es mucho mejor en verano porque en invierno, como hay ríadas bruscas, no dejan bajar hasta el río. Pero a mí me fascinaron esas paredes como dibujadas por algún artista de lo geométrico o casi como una guarida de extraterrestres en las películas. Había un cañón estrechísimo y agua abajo, agua bella, y esas paredes tan cercanas, tan dulces y suaves y al mismo tiempo, imponentes. Después, tomamos hacia Randazzo guiados por la Tranonmolto, que sabía bastante. Era un camino estrecho, de montaña, junto al volcán, curvo y bello.
Randazzo era muy bello. Un pueblo con tres iglesias extrañas y muy antiguas, más que las de las villas encimeras y mucho más oscuras. Se veía la montaña muy cerca, está en una de las fotos, como una enorme pared de nieve. Buscamos donde comer cuando vimos las tres (en una había una pila de nieve vieja porque había nevado en el pueblo, no tengo la foto porque es con alguien de la familia y yo no pongo esas fotos) y nos recomendaron una cantina a la que no entramos o un lugar de fiambres, un lugar fabuloso en el que nos sentamos a comer una picada baratísima. Yo no soy fiambrera, para nada, no es algo que me guste pero eso era hermoso y de postre, el señor nos regaló unos bocaditos de pistacchio de los que me hubiera llevado treinta cajas... Vinieron dos policías y quisieron que los atendieran primero porque lo nuestro llevaba tiempo (picada para cuatro) pero el señor se negó, así que se fueron y los cuatro nos sentimos reconfortados por eso. No creo que nos olvidemos. Se llamaba Il Buon Gustaio.
De ahí fuimos por campos nevados, están abajo, ovejas y cabras, vimos un enorme rebaño guiado por tres o cuatro pastores, (no tengo foto, creo) y después llegamos a Adrano, el otro pueblo, con una calle de faroles, viejos que jugaban en la vereda y un parque al que ya no entramos. Fue un día largo y hermoso. La montaña seguía mirándonos cuando volvimos.































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