20 de junio de 2022

 -Peaky Blinders última temporada: Ayer la terminamos. 

Una gran serie…, excepcional. Todo es hermoso: las tomas, el guión, los conflictos, las impresionantes actuaciones, la música (que no es lo que suelo notar pero esta es inolvidable y perfecta para cada escena), la reconstrucción de época (entre las dos guerras). Hoy me preguntaba Odi por qué me gusta cuando yo rechazo (y dejo sin ver) las series en las que todos son violentos y asesinos y aprovechados (Breaking Bad, Los Soprano, o una en la que un personaje empieza bien y se va volviendo cada vez más cínico, como Better Call Saul). Bueno, creo que ahora que vi la última (aunque dicen que falta una película), tengo ganas de plantear las diferencias, de pensar por qué esta sí y las otras no. Tommy Shelby (Cillian Murphy, el protagonista) es un asesino capaz de entrar con una ametralladora y acabar con todos, de apuñalar, de acorralar, de mandar a matar. Como los de las otras series. Pero en esta, Tommy tiene una cultura que defiende y a la que no renunciar (la gitana) y una familia a la que protege siempre. No se ocupa solamente de sí mismo y de sus ambiciones, no. Hace lo que puede (a su manera) por ayudar a su hermana (que es una comunista) y a su pareja, a sus empleados y protegidos (siempre que no lo traicionen, claro), a sus hijos, a su tía, a su hermano. Llega a ser parlamentario (por el socialismo) y al final está jugando una partida complicada con los fascistas y nazis ingleses. Pero no hay duda de que odia a la derecha y a la clase alta inglesa que lo desprecia a él por gitano y por irlandés, como desprecian a los pobres, los comunes, los chiquitos, los humildes. Es ese lado de Tommy el que me llevó a ver la serie con enorme interés hasta el final. No es alguien que trepa solo. Está tratando de ser en un mundo que no le deja ser, un mundo que aplasta a los suyos. 

No quiero espoilear (hay sorpresas grandes en estos últimos capítulos) así que no voy a decir mucho, pero en esta última parte hay constantes señales del contraste entre los ricos que lo invitan a formar parte de sus organizaciones fascistas (que además son, en parte, históricas: la nota de Marcelo Figueras al respecto en El cohete a la luna es excelente, leánla si pueden). Hay una mirada cuidadosa a ese “mundo superior” de los nobles y a la forma en que el protagonista entiende lo que sienten y los usa para sus propios objetivos. No lo engañan; y él no está dispuesto ni a cambiar y ser como ellos ni a ser víctima de ellos; lo que quiere es engañarlos, pasarlos por arriba, ganarles en su propio terreno. Lo mismo hace la hermana cuando les muestra lo mucho que sabe de arte. 

Hay algo horrendo en los Peaky Blinders (la violencia, que está tratada con un arte impactante, con enorme profesionalidad desde todos los ángulos) y también una hermosura impresionante que tiene que ver con la resistencia, con una lucha torpe, empecinada contra esa riqueza poderosa que se cree omnipotente. Y así, cuando Tommy consigue algo, la sensación es de alivio, de apertura. De un camino posible (a pesar de la violencia). Por eso me gusta. 


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