4 de diciembre de 2020

 Vamos por la segunda temporada y yo la estoy abandonando... Pero hay algo que decir de Jordskot, una serie sueca que pasan en Film and Arts. A mí no me gustó nunca, creo que si la viera sola la habría dejado enseguida. A Odi sí, así que seguimos. La vi hasta ahora sin demasiada atención ni ganas y de pronto, en una conversación en el auto, él me preguntó por qué no me gustaba. Tiene razón: hay mucho que debería gustarme, tal vez sobre todo la mirada dura a nuestro maltrato de la naturaleza, esa visión del bosque que  está llena de ambigüedades, una visión de las fuerzas de la Tierra como algo-alguien que sabe defenderse, la idea de personas con ciertos poderes que van mucho más allá que la inteligencia, la relación constante con el género policial no puro. Todo eso, bien. Pero no, nunca me entusiasmó. La miro con cada vez menos entusiasmo a pesar de esa idea de que mundos ocultos que no pensamos, una especie de "Hombres de negro": la presentación de una realidad ignorada para la mayoría que determina mucho. ¿Por qué no, entonces? Si fue exactamente eso lo que me gustaba de Lovecraft Country, esa mezcla de realismo con fantasía desatada. 

Creo que la primera razón por la que No es que la serie tiene mucho de terror físico, escatológico: enfermedades, parásitos terribles, hongos en la cara, deformidades. Todo eso a mí me rechaza por distintas razones. La violencia en el cuerpo, ese ver cómo una se transforma en lo físico, las manos de una, la cara de una..., ah, eso es algo intolerable para mí.  

Pero tiene que haber más. Hay algo en el guion --muy enredado, pero a mí me gusta el policial--, en esos nombres suecos, imposibles para nosotros, en el esfuerzo que hay que hacer para seguirlo, que me deja completamente afuera. Me cansa. 

En cierto sentido, en este último capítulo me pasó lo mismo que con un libro muy canónico que me resultó intolerable, "La montaña mágica" de Thomas Mann, que ataqué bastante joven después de enamorarme de "Muerte en Venecia". En mi casa estaba en dos tomos y al final del primero, se termina lo único que me hacía seguir: la relación entre el protagonista y una mujer cuyo nombre ahora no recuerdo (jamás volví y sé que no voy a hacerlo). Cuando esa mujer se va del sanatorio, me acuerdo, levanté la vista con el libro cerrado en la mano y miré el tomo siguiente en la mesa, al lado. Y pensé "¿Para qué seguir con esto? Nada de lo demás me interesó nunca..." Y ahora pasó lo mismo: hay, había, sigue habiendo tal vez una especie de atracción entre la protagonista y un policía joven..., el único personaje que me simpatiza.  Y eso no está funcionando. Está absolutamente trabajo. Así que...,  no, ¿para qué seguir? No digo que sea mala pero no es lo mío... 

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