30 de agosto de 2013

Hay un momento, un instante apenas, entre el invierno y la primavera en que, todos los años (menos los muy malos, los de la adolescencia mía, mi peor momento siempre, y tal vez, el 89, por la muerte de mi viejo), doy un paso y, de pronto, siento, adentro, el calor, la vida que vuelve. Y en ese instante, empieza para mí la mejor época del tiempo, cuando todo el calor y el verano amado y las flores y los perfumes (tengo mi preferido en octubre), y la escritura (porque yo escribo en verano) y los viajes están por delante, ahí, cerca. Y en ese instante, en general, me olvido de todo durante un rato y siento que si quisiera, podría volar. Que no sería difícil. Y que soy yo la que elijo no hacerlo o que tal vez, no me doy cuenta y ya lo estoy haciendo. Hoy podría haberme pasado, ayer. No pasa. Espero que a pesar de todo, este no sea uno de esos años. Que solamente haya que esperar un poquitito más.

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