8 de junio de 2016

El guinco de Constitución

Durante años,
(largos para mí, casi la vida;
cortos, lo que debería haber sido un principio, para vos,
para lo que eras),
te miré pasar
del verde al sol
al verde claro al verde al sol de nuevo.
Eras el ritmo
del mundo en este desierto nuestro.
Respirabas despacio.
Me acuerdo
del día en que le mostré a ese otro
tu canción.
Tu brillo de otoño.
Me acuerdo de la música
en los ojos,
abiertos de pronto.
Después, porque sí,
te asesinaron.
Tronco tras tronco
hasta que los muñones gruesos,
sedientos de luz,
sin hojas,
se fueron muriendo.
Y la canción murió con ellos.
Y las mañanas.
Y la plaza
me pareció vacía,
inútil.
Tonta.

Hay un espacio
que antes era
tus verdes, tus soles
inmensos;
y hoy es apenas este ruido humano,
este silencio.



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