18 de noviembre de 2017

Ayer, Paterson. Tan Jarmusch. A mí, me fascinó y yo conocía los nombres de todos los poetas de los que se hablan aunque no sabía que en ese pueblo también había nacido el Costello de Abbot y Costello ni que Ginsberg había crecido ahí. Ni sé si es verdad y en realidad, no importa.
Jarmusch... me gustó todo lo que vi de él, todo, especialmente Dead Man y El camino del Samurai. Todas son películas con sintaxis, estructuradas con cuidado en partes. En este caso, la estructura es previsible desde el primer momento porque hay letras que separan lo que pasa en lunes, martes, miércoles..., etc. Es una rutina. El centro está en la repetición.
Lo fabuloso es que hay otro elemento estructurante y es el dos, el doble. La primera conversación es sobre gemelos y todo el tiempo hay personas de la misma edad vestidos igual y cosas que se repiten: dos poetas, dos cuadernos, son conversaciones de a dos las que el colectivero protagonista escucha en el colectivo, Paterson es el pueblo y él también se llama Paterson y así.
O sea: una película sobre una vida rutinaria. Pero no. Cuanto más la pienso más me interesa ese lado del asunto: porque en la pareja protagonista, un hombre y una mujer comunes, ella con más sueños de grandeza que él pero de grandeza chiquita de todos modos, en la pareja protagonista hay creatividad. En eso, me recuerda un poco (de una manera muy distinta), la maravilla que fue para mí El huésped, donde es el pueblo, los de abajo, los chiquitos, los que tienen el valor para terminar con el monstruo... Acá, el pueblo de abajo, a su manera personal y diminuta que, en el caso de él, no quiere nada más, es artista. Es puro arte. Escribe. Dice. Y lo que dice parece poca cosa pero es cada vez más bello. Y en eso, en esa cuestión diminuta, hay felicidad.
Es una película sobre eso, sobre la capacidad para ser feliz con poco y nada. Y la incapacidad, claro (para eso hay varios personajes alrededor). Y la capacidad para adaptarse en lo necesario al dolor, al mundo y negarse a adaptarse en algunas cosas (celulares, televisores).
La disfruté enormemente. El negro que improvisa un rap con Paul Laurence Dunbar me fascinó.
Es un cine lleno de cariño, de respeto por los chiquitos, lo contrario de la crueldad que parece estar de moda en estos tiempos. Yo digo en general que no me gustan las películas donde no pasa nada. Jarmusch es una excepción... porque yo siento que sí pasa. Pero tal vez esta en particular, sea una película que exige cierto conocimiento previo de la poesía estadounidense..., eso sí. En ese sentido, sigo prefiriendo otras de Jarmusch.

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