27 de febrero de 2018

Anoche, un desdichado colibrí se metió en el quincho, nunca voy a entender para qué. Volaba contra el techo muy alto y no conseguía salir ni siquiera cuando le abrimos todas las ventanas y las puertas por las que hubiera podido salir. Odi trató de ayudarlo a salir con una red de pileta pero era peor. Y al anochecer, esta hora más o menos, se me ocurrió apagar las luces y dejar todo abierto para siguiera la luz hacia la vida. Y se fue... Se fue... Respiramos aliviados. Y eso me hizo pensar que los venenos del campo son tan poderosos alrededor que no solo todos los pájaros del campo prefieren la ciudad (hasta chimangos hay ahora en Buenos Aires) sino que no hay moscas en verano y por eso ya no ponemos cortina en las puertas. Eso le hubiera impedido entrar.

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