10 de julio de 2018

Bueno, para mí el clima se está haciendo directamente insoportable. Ya ni me acuerdo de que al principio del otoño tuvimos un tiempito de felicidad y cierto calor... Y el gris del cielo no ayuda nada en mi último martes de clase en el Lenguas Vivas de Pellegrini. Me duelen los pies dentro de la casa y es raro, raro, raro pensar que ya no vuelvo a dar clase ahí donde primero fui alumna de terciario y después profesora creo que desde el 85... En mi caso (ayer me encontré con una amiga de la secundaria, seguramente la única que tengo, en la marcha y ella me dijo que ella se sintió feliz cuando se jubiló, es otra experiencia, supongo), la experiencia es dolorosa y me produce rabia porque yo no quería. Tuve que hacerlo, me siento más tranquila porque lo logré y bastante bien, digo, ya que yo laburaba un cincuenta por ciento en la CABA y un cincuenta en la UBA (y eso, nadie te avisa, es un desastre para una), pero contenta, contenta, no estoy. Al contrario, lo siento como el principio de algo desconocido, a lo que siempre le tuve miedo. Si el aire dejara de morder sería algo..., creo yo. Voy a pensar en septiembre, hoy sobre todo.

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