24 de noviembre de 2018

Ayer, fui al homenaje a los jubilados en la "colación de grados" (nombre que me disgusta, prefiero "entrego de diplomas", lo otro suena a abogados, a lenguaje difícil sin razón). Ya lo había visto como profesoras en otros casos. Había ido a entregarle el diploma a una alumna que amé, Pamela F., alumna que quise mucho y que se quedó conmigo y un año y medio (dos materias, una anual, una cuatrimestral). Y los locutores se equivocaron y no me llamaron a dárselo, cosa que me dolió mucho. Por suerte, después, al final, ella vino a buscarme y yo a ella y nos encontramos para sacar una foto. Me conmovió esa ceremonia en el patio congelado (porque hacía FRÍO, qué porquería que no llegue de una vez el verano cómodo, sin necesidad de medias ni abrigo), me conmovió porque era la última vez, y porque yo tenía que hablar cinco minutos (tres, creo que hablé) en nombre de los jubilados homenajeados... Leí lo que había escrito y escuché el silencio alrededor y me felicitaron después. Y de pronto, yo tenía lágrimas en los ojos. Me hizo bien y mal y dije lo que tenía que decir: me jubilé "en defensa propia", obligada por un gobierno que viene a sacarnos todo, incluso el 82 por ciento que los docentes pagamos (en mi caso 33 años) desde siempre en el descuento jubilatorio y si pueden, si pueden, a los que trabajamos medio sueldo en una jurisdicción y media en otro, van a tratar de sacarnos una de las dos; me jubilé sin ganas y quiero quedarme, y de todos modos, ahora, en este momento, después de la sanción de la UNICABA, pensada para achicar lo público, no podemos irnos. Hay que seguir la lucha.
Las fotos las sacó Dani Be y era difícil: ese foco de luz era terrible... pero gracias, gracias, Dani.

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