21 de mayo de 2024

 Hoy, fuimos hasta la Aduana de Retiro a buscar algo que había comprado Odi para el auto. El GPS nos llevó por un camino desconocido... Raro descubrir un camino desconocido al "centro" (como le decimos) después de sesenta años (en mi caso) de seguir varios caminos alternativos. Cuando pasa eso, amo al GPS. Es como estar de vacaciones, explorar calles nuevas, miradas nuevas, cruzar de nuevo después de..., no sé, cuarenta años (Odi dice que para él fue la primera vez) el Puente Avellaneda, el de la Boca, el último, y ver las grandes grúas y la Isla Maciel desde el otro lado. Después terminamos en Puerto Madero pero atrás. Como a fin del año pasado, cuando me robaron el teléfono en un colectivo (iba a una fiesta de despedida del año de una editorial en ese barrio, para mí mucho más cercano que Belgrano o cualquier lugar al norte de Rivadavia), Puerto Madero no me pareció Buenos Aires. Es un lugar extraño, casi estadounidense, totalmente laberíntico (aquella vez me perdí, ya no tenía GPS, tuve que preguntar varias veces, yo que trato de no preguntar nunca), cruzado por edificios exóticos y nuevos y sin horizonte, excepto, a lo lejos, el del río. Saqué varias fotos de edificios cerca de Catalinas Norte (que siempre me llamó la atención y nunca había visto desde ese lado). O sea..., paseamos. Paseamos por esa ciudad interminable que es Buenos Aires. No pude fotografiar, en el fondo de Lanús, o tal vez Avellaneda, en un poste de luz, un enorme carancho que vigilaba el mundo desde su naturaleza imperturbable. ¿Un invasor? Claro que no, los invasores somos nosotros.







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