17 de septiembre de 2024

Belfast. La última sorpresa que me dio esta película que terminamos de ver antenoche (pero bueno, yo estoy con mil cuestiones de horarios y no termino de acomodarme para hacer críticas y demás) fue el hecho de que la dirigiera Kenneth Branagah, que últimamente hizo películas que me parecieron realmente malas (aunque antes me gustaba como director y como actor). Me pareció excelente, empezando por esa opción estética de hacer la “realidad” de la historia en blanco y negro y las películas y la televisión que ven (citas, para mí, maravillosas) en color. Claro que además, están los diálogos; las situaciones; el comentario político sobre ese lento convertir a vecinos que se quieren en enemigos obligados a los que se debe odiar –porque si no, hay castigo social y real—; los personajes perfectamente definidos, muy humanos y muy queribles, incluyendo a los padres y los abuelos del chico protagonista; los primeros planos de las caras de todos y ese péndulo entre quedarse e irse que duele en el alma de quienes viven en un país tocado por la tragedia sin sentido de algo así como una guerra civil. Las actuaciones me llegaron al alma y reconocí a los dos padres, incluyendo a Catriona Balfe, la de Outlander y a los abuelos, la maravillosa Judi Dench y el abuelo, Ciaran Hinds (nombre no, pero la cara la conozco desde siempre). La locación principal, maravillosa, y perfecta para lo que quiere decir… y la tensión creciente, vista siempre desde el punto de vista del chico…, una maravilla. Me encantó. Hacía tiempo que no veía una película que me convenciera tanto. 

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