11 de diciembre de 2024

 Caleidoscopio. Netflix. Terminamos de ver Caleidoscopio, yo con muchos problemas porque el antibiótico me tiene mal y me suelo caer en el medio y tener que ver algunos capítulos de nuevo porque me dormí, diez, quince minutos y me perdí escenas enteras. Tal vez hasta tendría que ver de nuevo el último capítulo porque de nuevo, no sé si lo vi entero, bien y a mí me conviene para eso la hora de la siesta, cuando es imperativo que no me duerma. 

La serie está muy bien hecha aunque no tiene gran cosa por debajo, digo, las cosas que yo busco: apenas algo de discriminación “antinegros”, de esa división de las personas en blancos y no blancos, tan típica de los Estados Unidos y el resto puras cuestiones de envidia, venganza, amor (de varios tipos, erótico, filial, de amistad en todos sus estadios, desde el romántico al quiebre y el odio) y algo así como la sorpresa como herramientas principal. La base de todo es el manejo del tiempo. Como en un caleidoscopio, cada episodio tiene un color y un momento en el tiempo y la historia del golpe, el robo elaborado y difícil que se cuenta, se presenta en desorden: x horas antes del golpe; x meses después del golpe; x años antes del golpe, etc. El último capítulo, el blanco (es decir el que tiene todos los colores anteriores y por lo tanto la elección del “color” es muy buena desde lo simbólico) es la narración del momento del robo, y ahí es donde los espectadores recibimos las respuestas a los muchos enigmas que se presentaron en los capítulos anteriores, los ¿por qué? y los ¿quién?  Esa presentación es el centro de todo y en ese sentido, el guion es muy bueno. Las actuaciones también. Uno de los personajes es argentino…, interesante, la verdad. Nos divirtió a los dos aunque yo tuviera tantos problemas para seguirla como se debe. Es para ver más de una vez, pero como se vuelve a mirar un rompecabezas, un enigma que se quiere resolver. No más que eso. 


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