17 de septiembre de 2019

Nunca le di mucha bolilla a los días del profesor, ni siquiera sé de qué se trata la fecha pero esta (a un año y un mes y medio de jubilarme; sí, todavía me acuerdo de la fecha, por ahí no me la voy a olvidar nunca y no es con alegría) me hizo pensar... Así como algunos de nosotros no dejamos nunca de ser "estudiantes" porque nos gusta leer y pensar y porque dar clase implica estudiar pero sí dejamos ciertas partes de "ser estudiante" atrás con felicidad --a mí me disgustaban mucho esas partes: la sensación de falta de poder, los exámenes, los abusos de algunos docentes, el miedo--, así, algunos de nosotros (yo, sin duda), nunca vamos a dejar de ser "profesores". Yo extraño mucho las clases, el momento de decir lo que quiero decir y de tratar de transmitirlo y ver cómo ciertas ideas llegan y se quedan en las miradas, en los ojos, en las frentes que están del otro lado. Cada vez que puedo dar un curso en alguna parte, lo disfruto enormemente. Y al mismo tiempo, no extraño lo que no amé: los papeles, las planillas, ciertos informes (que yo consideraba, y considero, aburridos, e innecesarios, por lo menos mal planteados), las presentaciones, las obligaciones absurdas como ciertas reuniones a las que terminé por no ir porque no agregaban nada más que viaje y pérdida de tiempo, las formalidades absurdas..., ese lado por el cual nunca quise ser "autoridad" de nada. Al contrario que la docencia misma, ya no tener que cumplir con esa parte me hace sentir liberada y feliz... Todo trabajo que se hace con alegría es así, supongo: todos tienen un lado desagradable... y una luz infinita y hermosa. Feliz día a los que sienten y sintieron ser "profesores" como lo sentí yo.

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