14 de diciembre de 2010

Puente

Otoño (Primera parte)

Sin historias, no hay mundo.
Sin historias no hay ningún mundo y ésta es una historia de dos porque en el medio hay una grieta enorme que divide la tierra. Al principio, lo que pasa está siempre de un lado de la grieta o del otro y el centro no existe. Después, despacio, la historia traza un camino para que los dos mundos se vuelvan uno. Por eso la cuento. Porque sin esta historia, el mundo que conocemos no sería este mundo.
Sin historias, no hay mundo.
No porque no haya mundo sin historias, eso no es lo que quiero decir. Sin palabras humanas, el mundo sería mundo igual, de eso todos estamos seguros en el Círculo, pero no sería este mundo que suponemos nuestro. Sin historias, no habría mundo para nosotros porque las historias son la forma en que el mundo nos habla. Y nosotros no seríamos nada si no escucháramos al mundo.
Hoy es un día de historias y hay muchas historias en el aire, pero yo quiero contar ésta y tengo mis razones. La primera es que estamos en invierno y ésta es una historia que empieza con el otoño y se apaga, sin apagarse del todo, con la primavera. La segunda es que es una historia larga y las historias largas se cuentan solo en invierno, cuando el tiempo se detiene y no hay demasiado que hacer. La tercera razón es que es una historia hermosa. Algunas historias duelen, algunas muerden, otras acarician. Ésta hace todo eso, desde la belleza. La cuarta razón es que esta historia de invierno camina hacia atrás, hacia el principio de lo que somos hoy, y mientras tanto, camina hacia delante, hacia donde estamos hoy, todos, contándola. Es una de esas historias en las que nos reconocemos, como nos reconocemos en los ojos de los demás cuando estamos dentro del Círculo.

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