1 de febrero de 2011

Los Cuatro de Alera (prólogo)

Prólogo de la saga Historia de los Cuatro Rumbos: 1. Los Cuatro de Alera (Oeste); 2. La Madre de Todas las Aguas (Este) ; 3. El Lugar Donde Nacen las Palabras (Sur); 4. El otro lado de la grieta (Norte)

Muchos años después del Gran Viaje, cuando los pueblos de la Isla y del Collar de Perlas se reunieran a contar historias alrededor del fuego del invierno o en un descanso en la siembra de la primavera, los nombres de los Cuatro de Alera pasarían de boca en boca en más de una leyenda: Damla, Emelda, Lunte, Zana. Exactos, familiares, en las voces de la Isla; extraños, trabados en las del Collar, que los habían conocido mucho más tarde y para quienes siempre sonarían extraños.
El Gran Viaje había vuelto a trazar un camino olvidado sobre el mar, entre un pueblo y otro. Ésta es la historia del principio de ese viaje, una historia que después repetirían los libros, las canciones, los actores en los escenarios, los chicos en los juegos tranquilos de la tarde.
El Collar de Perlas tuvo en esos tiempos, una narradora inolvidable. Cuando ella contaba el Gran Viaje, el silencio a su alrededor se hacía dulce como la miel y las preguntas, se abrían justo cuando debían, como las flores. Los padres mandaban a sus hijos a oírla desde muy lejos. Se llamaba Luna (en el Collar de Perlas, los nombres eran siempre palabras). Cuando veía caras nuevas en el auditorio, se tomaba su tiempo antes de empezar. Primero, hacía una lista de las cosas que quería que todos recordaran.
--Esta es una historia sobre... –decía y levantaba los dedos uno por uno mientras explicaba:
1. sobre la magia del Bosque que, del otro lado del mar, en la Gran Isla, eligió a los Cuatro que serían los magos de Alera: Emelda, la maestra de fuerza; Lunte, el buscador; Zana, la conversadora y Damla, la magárbol.
2. sobre el mundo que movía esas cuatro magias y que estaba decidido a seguir viviendo.
3. sobre las cuatro direcciones de ese mundo: el Norte, el Sur, el Este y el Oeste.
4. sobre las Plantas que sostenían entonces y sostienen ahora ese mundo y los animales que lo protegen.
Si, al final de la lista, alguno de los nuevos preguntaba por los seres humanos, Luna sonreía y contestaba:
--¿No te parece que estamos ahí, en casi todos los puntos?
Con los cuatro dedos levantados (para que nadie olvidara lo que acababa de decir), Luna dibujaba el mapa. En la arena cuando estaba contando junto al mar; en el polvo de un patio de ciudad; con ramas, sobre el pasto verde de la primavera. El mapa era importante, decía. Después, mientras contaba, volvía a él cada tanto para marcar con un dedo suave y largo un detalle cualquiera. El dibujo se iba haciendo cada vez más complejo y al final de la historia, los que la escuchaban por primera vez sentían que habían viajado hasta la Gran Isla en el Oeste y que después habían vuelto. Sentían que conocían el mundo.
Cuando todo eso estaba listo, Luna empezaba su historia. El principio no era siempre igual, el ritmo no era siempre el mismo, pero ella siempre aclaraba que toda historia tiene su tiempo, que las historias, todas, tejen sus redes con cuidado hasta que todo se conecta, como las Plantas y los animales en el mundo, como una orilla del mar con la otra después del Gran Viaje.

No hay comentarios: