19 de septiembre de 2012

Esta fue la primera...


Bueno, primera clase en la cárcel de Ezeiza, esta vez de mujeres. Me sentí bien ahí. Había luz, luz natural (a diferencia de lo que me pasó en mi experiencia anterior)..., y la entrada era mucho, mucho más tolerable. Se sentía la presión, por supuesto, pero las puertas eran menos y de madera y la sensación de la madera es distinta, a pesar de todo. Y ellas, las chicas, se miran entre sí. Eso, creo, es esencial. Se miran, conversan, hay puentes entre ellas. Hacen preguntas, hablan, intervienen, interrumpen. Fue..., casi, casi fácil. Solamente cuando salí al aire de Ezeiza (ese lugar que conozco desde siempre), me di cuenta de que hay otro aire, de que, como el año pasado en Devoto, una deja de respirar adentro y vuelve a hacerlo cuando sale.


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