19 de septiembre de 2012

Estoy haciendo en el Facebook, una especie de historia de mis clases en la Cárcel..., este año. Lo hice ya el año pasado. Como no soy nada internética, no sé si voy a conseguir los otros relatos pero desde ahora voy a intentar ponerlos acá también.



Ya no sé en qué número de clase estoy pero hoy fui a la cárcel (y no vuelvo hasta dentro de 15 días, la semana que viene tengo dos viajes... y se me superpone...)


Fue la mejor de todas clases: tal vez ahora tenemos el ritmo o nos acomodamos unas a otras. Mucha participación, muchas conclusiones, muchas comparaciones. La que lee siempre todo, por ejemplo, había subrayado en los discuros de los jefes indios que les di, pasajes que no eran los mismos que los míos pero apuntaban a casi los mismos temas y cuando pensó un poco me dijo lo que yo quería que vieran: la contradicción estaba ahí, la protesta y la rabia. Y también las manos invasoras del traductor. La que no lee (no tiene tiempo, trabaja todo el tiempo, me dice) hizo notar la relación entre las estrategias de cosificación y de infantilización típicas del racismo y lo que pasa en la cárcel. Ni me di cuenta del tiempo hasta que llegaron las 4 menos diez, cuando trato de terminar porque a las 4, llegan los organismos de derechos humanos. Pero no terminé. Faltaba una nada y seguimos. Hacía mucho, mucho frío en el patio, pero no en el aula, que a diferencia de la de Devoto, tenía una estufa... Tal vez no era solamente eso, no sé.

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