24 de marzo de 2015

Hoy, la marcha. Vamos hace años... marchamos con una bandera llena de nombres de desaparecidos, compañeros de Odi en la escuela secundaria. Como siempre, esa energía transparente en el aire, ese placer infinito de caminar por el medio de la calle, lejos de las veredas, mirando los edificios como nunca podemos mirarlos. Recuerdo bruscamente la primera marcha a la que fui, en el 82, justo antes de la Guerra de Malvinas. Recuerdo esa primera vez en Avenida de Mayo, las rejas de los hoteles, llenas de turistas que nos miraban. Mientras caminamos esas pocas cuadras desde la 9 de julio hasta la Plaza, todos se encuentran con amigos. Hay quienes corren desde el costado y vienen al abrazo, a la sonrisa. Esta vez no me toca a mí pero veo la alegría en otros y sonrío sin darme cuenta. Me siento bien en el barullo, repito los cánticos cuando los entiendo (me cuesta un poco). Un hombre barbudo, más grande que nosotros, llora a un costado mirándonos pasar. Pasan las madres..., las aplaudimos a ellas, a sus pañuelos blancos. Hablamos cuando el ruido nos deja. Todavía hay hojas en los árboles. Por un rato, no pienso en lo que me duele el otoño.

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