30 de enero de 2016

Finalmente, fuimos a ver Los ocho más odiados (The Hateful Eight). Acá va lo que pienso pero antes, como siempre, hay que decir desde dónde se hace la crítica: no soy amante de Tarantino. La violencia como estética (para mí es lo que él hizo en la mayoría de sus ocho películas) no es lo mío. No me gustaron ninguna de sus películas hasta Django. Django me maravilló y la vi varias veces en el cine primero, después en el cable... Esta vuelve a ser más lo de él, y justamente eso (la última parte) es lo que no me gustó nada...
Mi idea es la siguiente: son dos películas. Al principio, hasta que todo se pone profundamente violento, digamos hasta el café envenenado, hay una reflexión simbólica sobre los Estados Unidos (la famosa "corrección política" que tanto les molesta a los críticos de Página, sé que me repito pero es que es un tipo de crítica que me molesta y a la que le falta una mirada femenina, son todos hombres) y esa reflexión me encanta (digo: a mí me gusta mucho la "corrección política", en un sentido estricto, no la que trata de cumplir en superficie sino la que usa el cine para decir algo políticamente). Entonces, al principio, eso, esa carreta, ese lugar cerrado (al que para más datos dividen en dos, Norte y Sur con una parte común y que está parado sobre los restos de los amerindios a los que eliminaron, como se dice en una conversación: mantas, conversaciones sobre las masacres de la "Conquista del Oeste") es el país... Y es un país condenado, que se levanta sobre leyendas falsas (la carta de Lincoln, a la que se vuelve al final, cosa que me parece bien), que está profundamente desunido y nunca se va a unir y en el que valor fundamental es el dinero. El dinero por gente muerte, el dinero para matar, el "hacer fortuna" donde sea. Un país que, como el barco de Melville en Moby Dick, se está hundiendo y en el que no va a quedar nadie vivo. Esa parte, me encantó. Cada diálogo dice
algo y los mejores (la pareja ¡¡¡mixta!!! de MInnie y Sweet Dave, los empleados, los obreros, digamos, de las diligencias, la empleada de ese lugar) mueren enseguida y las mujeres son tan duras como los hombres o desaparecen. Los amerindios ya no están..., no ahí, donde se cuece el poder... Hay mucho fondo y sentido en esa parte y, a diferencia de a los críticos de Página, eso es lo que disfruto más.
Después, la película cambia de género: se vuelve un policial con un detective (el negro de S. Jackson) y un narrador en off. Y muertes y asesinatos. Y una especie no de "los diez indiecitos", que mueren todos sino para mí, de "El Orient Express" donde todo es un gran complot y todos menos los primeros están metidos. Esa parte no le disfruté. Para nada.
Además, le veo errores. Errores narrativos: ¿una voz en off que aparece a la mitad y no vuelve más? Una voz en off es un guiño al espectador, un decir "estás ahí", no hay cuarta pared. Me gusta. Pero no así. La mezcla de los géneros (que funcionaba tan pero tan maravillosamente en Django) acá no funciona: por eso para mí son dos películas y no una...
>En fin, me gustó en parte, la fotografía, la música, la solemnidad y el humor juntos (esa mezcla sí está bien)..., la otra parte no. Sorry por lo largo.

No hay comentarios: