23 de mayo de 2016

Ayer, después de Game of Thrones (no voy a decir nada excepto que están pasando muchas cosas y algunas, a mí me parecen buenas, por fin), soñé. Soñé que salíamos de la casa de Banfield mi mamá y yo..., y ella era ella con ese detalle infinito que tiene una guardada en algún lugar de la cabeza, y que siempre, siempre me sorprende (saber que si supiera dibujar, tengo todos los detalles en mí, todos), mamá como era antes del 89, cuando era ella misma con su depresión, su sensación de no valer y tu generosidad, su belleza..., y yo quería que ella se comprara algo. Era difícil hacerle comprar cosas a mamá. A diferencia de mí le gustaban las marcas caras, pero como yo, gastar mucho en ropa le parecía horrendo y era un triunfo que lo hiciera. Caminamos dos cuadras hasta French (donde no hay nada de eso) y yo la llevé a uno de esos negocitos que tienen pocas prendas, lindas, no de marca pero bien diseñadas y miramos todo. Y ella parecía... feliz, sí, lo cual era más que un milagro excepto en vacaciones. Resultado: hoy me va a costar un poco más el mundo.

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