28 de noviembre de 2016

Para mí, es el árbol preferido. Mi abuelo contaba que los paraísos son muy amargos y eran los únicos que no se comían las langostas cuando llegaban las mangas. Decía que quedaban como manchas verdes, las únicas manchas verdes en el campo convertido en desierto. Para mí, eran perfume, el perfume más perfecto del mundo, siempre en octubre. Y son mi infancia, el campo, la alegría infinita de los caballos y los horizontes abiertos y llenos de pájaros. Si uno mira la foto sin tiempo, sin cuidado, no parece nada pero las hojas, despacio, son dibujos perfectos contra el cielo nublado. Y el verde oscuro es señal de la mejor, la más bella de las estaciones (para mí, sé que no para otros): el verano.

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