5 de marzo de 2017

Ayer, Moonlight, Luz de luna, por fin. Y por eso agradezco que le hayan dado el Oscar: a mí no me gustó nada de nada La la Land y por fin pude ver esta porque los cines del Suroeste, mis cines de Temperley y Adrogué, la pasaron aunque fuera en algunos horarios. Y había gente. Por eso vale la pena protestar: no sé por qué los del Sur creen que en estos barrios de Lomas, Banfield, Temperley, Adrogué no vemos cine que no sea grandes tanques (que yo también veo) o pavadas cómicas (yo no) o terror (yo no veo eso) o dibujos animados (que yo también veo), porque excepto muy contadas veces, no pasan más que eso. Pero si una película chica como esta llega al Oscar, entonces sí.
Así que la vimos ayer. A mí me gustó muchísimo: me gustó la circularidad, evidente en símbolos como la coronita que lleva el primer traficante en el auto y que reaparece en la parte 3; me gustó la división en partes y la forma en que se relacionan con los diferentes nombres del protagonista; me gustó ese paisaje desangelado de Miami en los lugares no turísticos; me gustaron las escenas del colegio en que todos son negros, como si se siguiera en tiempos del apartheid; me gustaron los diálogos; me gustó la construcción de personajes, totalmente alejada de la división binaria "buenos versus malos"; me gustó el uso simbólico de las luces entre las partes y el uso de la pantalla negra como separación. Las actuaciones, impecables, todas. Quizá lo único que no me gustó del todo fue el cambio de actores..., sobre todo al final, donde no terminé de creérmelo, o sea el casting (eso va para mi amiga Eugenia Levin, que hace eso).
Un placer verla. Me importa un pito si ganó para compensar el vergonzoso Oscar del año pasado donde todo era blanco. Me alegro porque lo tiene.

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