24 de marzo de 2017

Marcha: por ahora mis fotos. Salí del subte y dos sorpresas (aunque las marchas son, para mí, esencialmente lugares donde se busca la magia, hablando de lo cual quiero esa remera negra que decía "No fue magia"..., perfecta para mí... no la vi en los puestos de remeras): primero un cartel hecho con enorme cuidado como reemplazo del nombre de una estación de subte: Macri delincuente, decía. Y después, salgo, doy dos pasos por la Diagonal hacia Plaza de Mayo y ahí están mis hijas, las dos. Las abracé, ellas tomaban mate (qué cosa el mate: mis viejos sí, yo no mucho, nunca sola, ellas sí). Las volví a ver varias veces, iban en una columna muy cerca. Caminamos cerca de la gran abuela marioneta que se ve en las fotos mientras alrededor bailaban y barrían las bailarinas y después también sin escobas, tango y sobre todo folclore. Nos encontramos, la LIJ y después encontré muy cerca también a mi marido, del otro lado de la abuela. Caminé de charla que con muchos, uno por vez, y el país y el mundo y nosotros y lo que nos pasa caminó con nosotros.
Al final, cuando medio nos íbamos (yo no daba más, amo el calor y hacía mucho excepto a la sombra donde para mí estaba hermosísimo), me costó encontrarme con Odi. Atravesar dos veces la esquina donde se unen San Martín, Rivadavia y Diagonal..., fueron horas de atravesar la marea. Por encima flotaban los drones, a veces muy cerca. Alguien desplegó un helicóptero de cartón para el presidente. Nos encontramos... La emoción, el cansancio, el espanto porque se caminó para atrás, el reconocimiento, el abrazo... los plantamos en todas partes. Son transparentes pero crecen.















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