22 de marzo de 2017

La marcha. Tengo un poema también pero está recién escrito y le falta, por ahí en unos días. Lo cierto es que la ciudad se dejó tomar por la marcha y marchamos y la ciudad nos miró y nosotros la levantamos en el aire y la transformamos. Y eso produce siempre, siempre, una alegría contagiosa y bella, un ruido de pulmones que respiran y que se dan cuenta de que antes no estaban respirando. Caminamos. Con las chicas del Colectivo Lij, hay una foto pero fue un rato largo que estuvimos juntas. Y después, yo me perdí con Aimé Olguin, con quien tengo otra foto y después seguí sola un tiempo hasta que me encontré con mi hija y fuimos a charlar un rato en un café..., gracias Selva Aimé, La marcha fue eso: una conjunción, una unión de voluntades y ganas, un saludarse a cada paso porque yo me encontré con varios, diez por lo menos, a los que recordaba y que me recordaban y me saludé y me abracé. El abrazo viene solo en las marchas.
Hubo, eso sí, una muestra del lugar donde está la supuesta "agresividad", y no es de nuestro lado, por cierto. Muy al comienzo, se nos acercó a una mujer alta, bien vestida.
--¿Por qué no se van a trabajar en lugar de hacer eso?
Eso dijo cuando la marcha se iba hinchando de voluntades y geografías (porque venían de todas las provincias). Le dijimos que esto es trabajo también y enseñanza. Una de nosotras le dijo que no era docente y venía a apoyar.
--¿Y esto, apoyan? --dijo, con profundo desprecio.
Yo me quedé pensando: sabe que no somos violentos o no hubiera venido a decir eso en medio de un mundo de personas que apoyaban y apoyan la lucha docente. Y sí, sí, hay una grieta. Yo sé de qué lado estoy.
Un cartel más que no pude fotocopiar: "No se cae en la escuela pública, se cae cuando se gobierna contra el pueblo". La variación del verbo "caer" me pareció excelente.





















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