2 de marzo de 2017

Una vez que terminamos de ver Ragusa, fuimos como 60 kms a la costa a ver la casa de Montalbano. 
Antes que nada, el viaje: esas rutas cortas entre pircas de piedra, tan, tan hermoso, colinas verdes, olivares, pájaros en bandada, y adelante, lejos, el mar. Casas muy antiguas, viejas, algunas abandonadas, poco movimiento. Frío, claro, el peor en 90 años, decían todos. 
Y después, en esa playa agitada por las olas de un mar que parecía bravo (juro que las nadadas del personaje no son ahí aunque salga del agua ahí), nos sacamos fotos con otros cholulos como nosotros en el balcón. Y yo reflexioné un poquito sobre eso..., sobre lugares que marca la ficción, una descripción literaria o una serie o una película... Mis hijas nunca vieron Montalbano y no bajaron del auto. A mí, en cierto modo, haber pasado de la pantalla chica al mundo me emocionó mucho. Ah, tuve una de mis anécdotas de baño (las tengo seguido...). Necesitaba ir y no había en ninguna parte y yo soy tímida, no pido permiso. Así que como íbamos a comprarles algo rico a las nenas en un local que hay junto a la casa, fui. La puerta no se cerraba. Y por supuesto que alguien trató de entrar mientras yo estaba adentro así que dije en castellano (de italiano nada, no sé...) "Ocupado" (no sé a qué suena en ese idioma) y tiré la puerta y me puse roja y me apuré claro. Era incómodo y diminuto el lugar y con paredes de madera pero bueno... Ah, y creo que no tenía papel. No sé, fue lo único feo de un lugar que me gustó ver. El faro está ahí, bien cerca, tal como se ve en los títulos. Después, ya era de noche, volvimos a Siracusa por las rutas oscurecidas escuchando decir pavadas a la "tra non molto".

















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