6 de septiembre de 2017

Ayer vi en el cable una película (no muy buena) con Emily Watson, que se llama Oranges and Sunshine. Lo que me impresionó, de nuevo, es la historia. Otra vez, la supuesta civilización occidental (tan civilizada ella, tan poco "bárbara" para volver a Sarmiento, que quieran que no está ahí en estos casos, del lado equivocado) en su infinita piedad decide durante muchos, muchos años, más allá de la década de 1950, que trasladaría a ciertos chicos (todos pobres, chicos que estaban en orfanatos) a Australia. Se llevaron a 130000 chicos en barcos a la otra punta del mundo sin pedir permiso a las madres. A los chicos, que tenían algunos 4, 5 años cuando viajaron, les dijeron que las madres se les habían muerto. A las madres, que a ellos los habían adoptado y estaban muy bien, que era para mejor. Siglos después, en el 80, creo (no me quedó bien la fecha), una trabajadora social y después toda una organización, unió las familias perdidas. El horror del orfanato en Australia donde los violaban, los hacían trabajar horas, los azotaban, etc, etc, no tiene palabras. Yo pensé en las horrendas escuelas para amerindios en Norteamérica (que Leonard Peltier llama "mi primera cárcel" donde "mi primer crimen fue hablar mi idioma"), las de Australia misma para los nativos de ese continente... Y los chicos robados de España, de Argentina...

No hay comentarios: