14 de octubre de 2017

Ayer, Blade Runner. No fui con muchas expectativas. Recuerdo la primera, que me conmovió a pesar de que es ciencia ficción, un género que muchas veces me aburre o me deja a un costado. Sé por qué me conmovió: tenía que ver con la esclavitud en realidad. Y ahí, cuando se vuelve metáfora, me interesa el género. Esta es mejor de lo que yo esperaba. Es interesante que esta vez sea un replicante el que necesita redimirse, ese guión tan estadounidense (desde el western en adelante). Y que otra vez se discuta la humanidad de clases enteras (como se discutió y se sigue discutiendo, ahí está Milagro y los mapuche para probarlo, la humanidad de los negros y los amerindios y tantos otros grupos a los que se desprecia), y que se copie y se busque un parecido con la estética de mundo horrendo, sin colores, sin luz, sin sol, de la primera. Me gustó, la verdad. Hay algunos detalles que a mí, no me cierran, digo, a nivel argumento pero bueno..., no tiene por qué cerrar todo. La vuelta de tuerca (porque hay una vuelta de tuerca, claro), como siempre, me tomó por sorpresa pero no a Odi (él esas cosas las ve venir más que yo). Me habían dicho (mi hijo, Dante) que para él eran dos películas. Estoy de acuerdo pero no en el momento en que se da el cambio. Para mí, el momento del cambio es para los últimos..., digamos, veinte minutos, media hora, cuando se convierte mucho más en una de acción. Esa parte me cansó..., sobre todo porque tiene que ver con el mar y yo ni siquiera la miré, no del todo. Me hacía falta ir al cine..., demasiado tiempo que no iba.

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