31 de diciembre de 2017

Ok, ayer, en Adrogué, The Greatest Showman, con Hugh Jackman. Empecemos, como siempre, por cuestiones de gusto. Lo repito porque los muy pro canon, los que se dejan impresionar por los "grandes nombres" (pienso más en escritores que en cine en este momento), no creen que el gusto personal importe y yo sí lo creo. Hay autores muy, muy reconocidos que yo veo como grandes autores pero que, a mí, no me gustan nada. No me mueven un pelo, como digo siempre. Autores que no daría nunca en una clase porque me aburren soberanamente por más nombre que tengan. No digo nombres, hoy no, porque eso siempre implica enojos en quienes creen que estar en esa lista garantiza que todos tienen que apreciarlos... Yo creo en el gusto así que ahí va el gusto primero: yo disfruto enormemente de los musicales, me gustan casi siempre (no es 100 por ciento, no. Para dar un ejemplo cercano que muchos apreciaron y yo no, La La Land, me pareció horrible pero no es lo que suele pasar...). Me gusta la irrealidad que los rodea, ese ponerse a cantar en medio de un diálogo me fascina, me gustan hasta las lágrimas las escenas con música y mucha coreografía y mucho ritmo y color en las que todo está planificado pero de alguna forma parece casi espontáneo, y no. Las escenas en las que el cuerpo dice todo (más que las palabras pero las palabras, las letras de las canciones, ayuda). Y me gustan el triple si hay algo social, algo relacionado con mis intereses personales. Así que The Greatest Showman, con su constante mención de la mirada de asco al diferente, al que es negro o enano, o "feo" según estándares reconocidos, o raro..., me fascinó. Del otro lado, claro, está la típica historia del American dream, del que viene de abajo y se empecina y sale adelante y se vuelve, antes que ninguna otra cosa, rico y la típica reivindicación de la familia nuclear y la familia de amigos y los problemas de las clases que suben hacia una cierta aristocracia y descubren que la aristocracia nunca va a aceptarlos... Todo eso, tan estadounidense no es ni original ni nuevo ni nada de eso. Pero el resto bastó para que pasara exactamente el rato que quería pasar en un día como ayer, al final de un año de mierda. Ah..., actuaciones. ¡¡Qué genio es Jackman!! ¡¡Qué completamente distinto está de lo que es en Wolverine, digamos, la última que vi!! Y Zac Efron..., estupendo. Los bailes, fascinantes: esa desprolijidad absolutamente controlada me dejó sin aliento. Si tienen ese gusto, vayan. Si no, olvídenlo. El gusto importa.

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