1 de enero de 2018

Recuerdo los Años Nuevos de mi infancia, campos de luciérnagas en la noche mientras esperábamos yo no sabía qué y tomábamos gaseosas (cosa inusitada, para nosotros era soda, como sigue siendo ahora) y comíamos cosas dulces que yo adoraba y corríamos entre los árboles en Ezeiza con mi hermano. A veces, muy pocas, hacía el calor suficiente como para meterse un poquito en el agua. Recuerdo el aire tibio que me gusta y las carreras entre las ramas. Y recuerdo que un día, por primera vez, quise ver realmente qué significaba el cambio de año y me esforcé por prestar atención a las 12 de la noche, a la que me costaba mucho llegar (no sé qué edad tenía pero era chiquita). Presté atención. Tenía la sensación de que habría algo mágico en el aire, un cambio poderoso, un color diferente. No pasó nada. Así aprendí que ciertas fronteras son un invento humano solamente...

No hay comentarios: