3 de febrero de 2018

Ayer, volvimos al cine después de casi un mes y como siempre salimos en enero, siempre nos perdemos mucho del cine que estrenan por el Oscar. Lo cual lamento, la verdad. No es que me guste lo que gana el Oscar pero no lo niego: el cine de los EEUU es el que más me interesa en general. Lo de ayer fue hermoso: en castellano se llama "3 anuncios por un crimen", en inglés algo mucho más poético, simbólico y claro; "3 carteles en las afueras de Ebbing, Missouri", digamos, una mejor traducción aunque supongo que era importante poner la palabra "crimen". Me fascinó de principio a fin. La historia cierra por donde se la mire. Los actores son uno mejor que el otro: Francis McDormant, impecable; Woody Harrelson, lo mismo; el impresionante Sam Rockwell (lo pensé cuando hizo de Presidente en la versión de Guía para los viajeros de la galaxia, libro que acabo de releer para el diario) y los secundarios, desde Dinklage hasta la chica tontita que sale con el marido de Myrtle, uno mejor que el otro. Es una de esas historias de pueblito chico que tal vez son las que más me gusta (tanto leer como ver como escribir), un pueblito en el que hay de todo, desde racismo y sexismo (como corresponde en un pueblo del Sur) hasta cierta conexión especial de quienes se conocen desde siempre. Y los diálogos son excelentes. Y para mí, en cierto modo, es una partida, un juego de alianzas que van cambiando y transformándose constantemente. Empieza con una persona sola en un auto y termina con dos en el mismo auto, empieza con un viaje de vuelta y termina con un viaje hacia el exterior del pueblo. Es como una pintura sobre las relaciones humanas y su infinita flexibilidad. Un gusto volver al cine de esa forma.

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