2 de febrero de 2018

Trabajador, por Márgara Averbach

Cuando todos se van,
nos sentamos
en la playa
a ver cómo se escurre
el sol
entre los granos de arena.
Él levanta la sombrilla
y sube por el camino
hacia la ciudad abierta.
Después
se pone ocho sillas,
una tras otra,
sobre la cabeza.
Se le dobla
la espalda joven
y vieja también, anciana,
cuando se aleja.
Eso quería contarte.
Eso,
apenas.



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