11 de marzo de 2018

Ayer, fui a ver Coco. Sola, como suelo hacer con las películas de Pixar. No fue de mis preferidas pero eso ya lo sabía por eso no la vi cuando la estrenaron: no me atrae para nada la cuestión muerte-vidadespuesdelamuerte-comunicaciónconlos muertos,etc; al contrario, me rechaza, lo lamento, es cuestión de gustos. Pero bueno, no encontraba qué ver por acá cerca... y fui a ver esa. Necesitaba algo que terminara bien (muy importante para mí en estos tiempos) y que fuera atractivo visualmente y Pixar siempre me responde. Mis favoritas son, otra vez, no las de muchos (no Toy Story, que es la que menos me gustó, me refiero a todas las partes): Up, Wall-E, Zootopia, Bichos, arriba de todo, algunas otras que disfruté también después. Esta..., bueno... Pero hay mucho que decir a favor. La parte de arte es realmente increíble, tan bella que dan ganas de gritar, sobre todo lo que hacen con los animalitos que en México se pintan de colores muy vivos... (tengo dos, comprados en EEUU pero bueno..., California era México antes), con las flores y los altares y el agua y las llamas. La vuelta de tuerca que se da después de la mitad de la película me fascinó, ahí mejoró todo para mí. Las ideas siempre: el equilibrio entre vocación y relaciones humanas..., es realmente femenino y no masculino aunque los protagonistas principales sean sobre todo masculinos...; la relación con la familia y la herencia en un sentido muy amplio; el sentir del que quiere crear arte... Sí, la pasé bien... Me enamoré desde el principio (no al final) de la tigre fluorescente, ese ser con alas... me hubiera gustado haberla inventado yo.

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