3 de marzo de 2018

Se me va el verano... y el verano, este año en particular, porque es un año malo después de otro año malo, es refugio y se me hace muy difícil dejarlo. Le tengo miedo a lo que viene, al frío en todos los sentidos metafóricos que tiene en mi vida. Así que hoy nadé mis largos de siempre y puse los ojos todo el tiempo en el verde todavía abierto, profundo, de los árboles y en los vuelos sostenidos, mágicos, de los picaflores que todavía se pelean por el alimento que les pongo y que se les termina (como a mí el verano), este lunes de mañana. Quiero guardarme todo eso. Quiero tenerlo conmigo para el resto del año. Ya lo intenté varias veces. Nunca lo logré. No se puede guardar el calor como no se puede recordar el dolor realmente. Como no se guarda, supongo, nada, excepto en las palabras y en las fotos. Dos cosas que hago: escribir, sacar fotografías. Supongo que será por eso... Para volver más adelante, cuando me haga falta.

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