12 de abril de 2018

Ayer terminamos las dos temporadas de Fargo que hay en Netflix (como digo siempre: no usamos otro tipo de mecanismo de acceso a lo audiovisual). No es el tipo de serie que más me gusta, revulsiva, grotesca, violentísima. Hay algo desesperado y absurdo en las razones por las que se llega a esa cantidad de muertes. La primera temporada se parece mucho a la película Fargo. La segunda no tiene nada que ver. Es la que más me gustó de las dos.
La razón principal por la que soy capaz de ver esas dos historias (y en cambio no veo ni quiero ver otras de ese estilo) es que hay personajes en ellas que encarnan una visión más esperanzada, dulce incluso (y lo dulce me gusta, aviso) de la humanidad: los policías, una mujer y un hombre en la primera; dos hombres en la segunda. Ellos hacen que lo demás sea igualmente revulsivo pero tolerable y hasta "útil" para mí. Ah, me olvido: a mí me gusta que lo que veo esté diciendo algo sobre el mundo, que no sea solamente estética.
Pero la estética importa: en la segunda temporada, que transcurre en tiempos post Watergate con Reagan dando vueltas por ahí (aparece incluso y esas escenas me fascinaron), a fines de la década de 1970, hay un uso correcto, juguetón, interesante de la pantalla partida horizontal y verticalmente..., como se hacía en el cine de ese tiempo y el color también es parecido al de aquellas películas. Y los colores están muy pensados en las dos, igual que las tomas de ese lugar nevado y congelado y terriblemente desierto e inhóspito que es Minnesota.
Las actuaciones, superlativas, tal vez menos Martin Freeman y Billy Bob Thornton en la primera, pero bueno, tampoco tan mal. Lo de Kirsten Dunst, impresionante...
Sé que hay más temporadas pero no están ahí así que esperaremos...

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