17 de abril de 2018

Hoy..., el cumpleaños de mi vieja. No hago la cuenta, hace años que no la hago y sé por qué. Yo dejé de festejar el cumpleaños, de buscar regalo, de ir a verla los 17 de abril muchos años antes del año en que murió (2013). Porque ella ya no entendía, no sabía que ese día era diferente, no recordaba quién era ella ni quién era yo. Así que solamente servía para llorarla en vida, creo yo. Ahora que ya no está, puedo pensarla antes, antes de la enfermedad, antes de la ausencia, antes de que perdiera lo que ella más amaba en la humanidad: la inteligencia (no la emoción, como yo; no el sentimiento..., no el cariño; nada eso, ella amaba la ciencia, la capacidad, la solución de problemas). La pienso como era antes y creo que ahora me duele más que en esos años horribles en que estaba sin estar. Recuerdo, por ejemplo: el día en algún momento de esos años en que, de pronto, me miró, y me arregló el pelo. La prolijidad (que yo siempre odié) era parte de su ser... y cuando yo era chica, siempre estuve super prolija y arreglada. En ese gesto era ella... y me hizo llorar, me alegro. Porque, de pronto, la reconocía.

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