30 de mayo de 2018




Creo que debo haber cruzado por ahí unas cuatro o cinco veces en toda mi vida. Para mí cruzar las vías siempre supuso un momento de emoción profunda. Ese pararse donde no se parar los seres humanos, en lugares esencialmente pensados para otros seres, el tren en este caso, como pararse en medio de una avenida en una marcha. Y mirar desde ahí una imagen del mundo que jamás se ve. Eso lo hice hoy... y respiré hondo un ratito antes de irme a mi lado del mundo, el Oeste, y saqué las fotos y pensé en el tiempo porque las vías siempre me hacen pensar en el tiempo. Tal vez por el misterio de las líneas rectas que se unen al fondo pero no se unen si las seguimos... No sé.

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