22 de junio de 2018

Ayer, en el Lenguas, muchos se habían reunido en el aula magna a ver el partido. Muchísimos. Yo estaba dando clase arriba, porque hay cuestiones administrativas que acortan un cuatrimestre corto (paros, feriados, etc). Me sentía mal y me costó darme cuenta por qué. Recuerdos. En el 78 yo era alumna en esas mismas aulas, el edificio viejo... A diferencia de lo que pasaba en la Facultad (vigilada con armas, terriblemente reprimida), donde los estudiantes, en su mayoría, estábamos en contra de la dictadura y nos consolábamos y ayudábamos unos a otros, en el Lenguas yo era de las pocas que odiaba esos años horribles, la forma en que el país se había convertido en un lugar sin sol. En el 78, me faltaban seis meses para terminar la carrera (en ese tiempo de 3 años solamente). Y fue por el mundial que decidí dejarla. Me sentía muy pero muy amenazada porque se me notaba (se me nota todo, creo) que quería que le fuera mal a la selección, a la que sentía aliada del gobierno. Tuve un momento horrible de amenaza, un diálogo en el pasillo de abajo, justo frente a ese aula grande. Recuerdo que mientras decía algo como "No me interesa el fútbol, es eso" y me contestaban "Pero es deber patriótico que te interese" o algo por el estilo, pensaba que la próxima vez que dijeran "El que no salta es holandés", yo iba a hacerlo porque me sentía muy, muy holandesa. Decidí no volver. Fue mi viejo el que me convenció de faltar dos semanas hasta las vacaciones de invierno (me hizo un certificado para eso, era médico) y seguir. Para cuando volví, la cosa estaba más tranquila y terminé. Pero de pronto, ese amontonamiento en el aula grande me había recordado esos tiempos... y varias cosas más, por supuesto..., digo, de la realidad política. Hay cosas que no se olvidan.

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