3 de junio de 2018

Ayer, sábado, confirmé que no, repito, no me gusta mirar series a la manera de la generación de mis hijos (que, claramente, no es la mía): o sea muchos capítulos por vez. Me molesta ese meterme todos los datos juntos, ese ver tantas horas de televisión/netflix/lo que sea, pantallita, digamos, y salir confundido, atorado y agotado... No, no es lo mío. Pero hacía mucho frío y teníamos que esperar a alguien y no teníamos nada que hacer al principio así que vimos..., no sé, tres capítulos y medio seguidos y terminamos Tabula rasa, una serie belga (en flamengo, una rarísima mezcla de francés e inglés --yo reconocía palabras de tanto en tanto--, alemán --Odi reconocía palabras, yo no, a ese idioma siempre me negué y algo más, algo totalmente incomprensible..., ah, y ruso --por lo menos "sí" se dice "da", claramente), algo así como un thriller psicológico con amnesia incluida.
Al principio, me gustó porque se ve lo bien hecha que está (dentro de lo clásico, nada nuevo pero sí todo muy pero muy cuidado; las actuaciones muy buenas, la puesta, la foto, el guión, la vueltas de tuerca, violentas en general), pero no era lo mío: había demasiado de terror en ella y yo odio el terror. Siempre lo dije: ya tengo miedo de muchas cosas en la vida, no tengo ganas de pasar más en una pantalla, me basta con el mundo. Había momentos en los primeros capítulos en que no quería mirar. Después, a medida que la protagonista principal (no hay un único punto de vista) se va afirmando y avanza en su proceso de recuperación de memoria, se volvió suspenso y hasta ahí voy bien. El final es lo que debe ser en una propuesta clásica: sorprendente, y con varios momentos de cambio profundo respecto de lo anterior. Interesante. La verdad es que se cortan clavos todo el tiempo... La recomiendo con esos peros para quienes no queremos asustarnos demasiado.

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