30 de diciembre de 2018

Este fue un año de pérdidas aunque no solamente. Nunca es solamente. Yo perdí mucho, por ejemplo, tenía tres lugares en los que hacía docencia y a dos los extraño mucho, a uno menos. Y el año empezó con pérdidas. Con Lili B. Y ahora, que es verano de nuevo (eso fue un 6 de febrero, un 6, sí, uno de los dos números que amo... y uno de los meses que siempre me gustaron más, tal vez eso me ayudó un poco como escribí en un poema en ese momento), me acuerdo de ese día, de que estaba sola, en malla, como estoy casi siempre en febrero y recibí un llamado de Lili. Era de Lili, de su teléfono. Caer de esa alegría me llevó creo que todo un minuto porque yo no conseguía entender lo que me decía la voz del otro lado. La relación entre "Lili" y "murió"; entre "Lili" y ese presente sin ella. Era como si me hablaran en chino. Me llevó un minuto largo bajar, dije, pero subir desde ahí hasta un lugar respirable me llevó más. Creo que casi todo el año y no creo que llegue nunca al lugar en que estaba cuando atendí porque nunca se vuelve al principio en esas cosas. Las ausencias siguen ahí, siempre. Así empezó 2018. Fue un año cruel. En muchos sentidos. Empezó después de la gran marcha contra la ley de jubilaciones del 17 y terminó en una paz incomprensible que duele también, que también es triste. Espero más del que viene. Mucho más. Tal vez no hago bien pero espero más. De nosotros y de la vida.

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