25 de marzo de 2019

Bueno, dos películas que vi en estos días, una en Netflix y la otra en el cine. Las dos tienen algo en común: seguramente los críticos exigentes las odiarían porque son... suaves, fáciles de ver, y a mí ese tipo de cine yanqui me gusta mucho. Más con el tiempo: el mundo está tan difícil, tan complicado, tan duro, que me hace muy bien descansar mirando cosas que me conmueven y me hacen bien de vez en cuando. Creo que es ese "placer culposo" del que hablé en mi nota de Outlander, una serie que amo. Como sea, ahí van los comentarios:
-The Old Man and the Gun (Un ladrón con estilo, le pusieron los genios del marketing en este país). Supuestamente la última de Robert Redford, donde él es un ladrón muy amable, en cierto sentido, muy inglés (aunque todo es en EEUU), que roba bancos (solamente bancos, ninguna otra cosa) más porque le gusta que porque quiera el dinero. Y en realidad, la película es una especie de aplauso del Carpe Diem, del disfrutar la vida hasta el final. Podría haber sido mejor, más intensa, pero ese ritmo suave, sepia diría yo que siempre hablo con colores, le venía muy bien. Claramente un homenaje a Redford, fotos de toda su vida incluidas... La pasé realmente bien. Y gracias a la radio AM 750 y a Las últimas noticias, (tengo que escribirles ya), fui gratis porque me había ganado unas entradas.
-La sociedad literaria y del pastel de cáscara de papas de Guernsey, en Netflix. Ídem, una película dulce, previsible y bella sobre por un lado el comienzo de una carrera de una escritora, una historia de la Segunda Guerra Mundial (un período que, en general, no me interesa mucho, igual que la Primera, confieso) en una islita del Canal de la Mancha, creo. Me gustó, bien hecha, conmovedora, y no con ese tonito patriótico insoportable de algunas inglesas. La disfruté. Una de amor, para variar.

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