24 de junio de 2021

24 de junio. Ese día en 1994, nació Selva Aimé, mi tercera hija. Me acuerdo, claro está. Sobre todo, de lo lindo que fue el parto, tanto más fácil que el primero. Me acuerdo de estar todos en la sala (Odi sí pudo entrar esa, no había podido en el segundo, porque no había sala de parto), me acuerdo del trato hermoso que tenía Evaristo, el médico (distinto del que obstetra que tuve antes), me acuerdo de verla por primera vez, envuelta en una sábana y de que me pareció que me sonreía. Me acuerdo de que todo fue inesperado, todo, hasta la fecha: me faltaba casi un mes, no tenía hecho el bolso (los otros dos se atrasaron una semana cada uno) y de pronto, se me rompió la bolsa de noche y yo no entendía lo que pasaba (no se había roto en las dos veces anteriores). Me acuerdo de reírme y de despertar a Odi. Fue tan inesperado ese nacimiento que no tuve tiempo de asustarme. Me acuerdo de cómo la tercera hija me confirmó lo que ya había visto con Tam y Dante: que cada uno era profundamente distinto, que había que empezar de nuevo cada vez y que eso era emocionante y raro y desesperante a veces. La recuerdo años después en Misiones, en San Ignacio, rubia y hermosa. La recuerdo la última vez que viajamos con ella y Tam a Sicilia, hace ya no tanto, un enero tan frío que había nevado. Gracias por tu música, Selva, gracias por estar ahí. Feliz, feliz cumpleaños, aunque esta vez sea tan raro y sea tan raro por segunda vez. 

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