22 de junio de 2024

 Ayer nos fuimos a Recoleta (a ese shopping frente al cementerio, donde antes estaba el cine Village, un shopping enredado y para nosotros --los dos-- muy feo) a ver "Rapto" (esa es la traducción del título en italiano; aunque acá le pusieron "La conversión", en fin..., la falta de fidelidad de los departamentos de marketing en los títulos me sigue asombrando, tanto en novelas como en películas) de Bellocchio. Raro, había muchísima gente (para lo que solemos ver en el Sur, en Adrogué o incluso en Belgrano), y no solo afuera, en los pasillos sino en el cine también.

Es una película muy clásica, mucho, demasiado diría yo: música a lo Hollywood (eso era lo peor de todo, creo), tomas grandilocuentes, un tipo de cine más bien viejo que a mí, en general, me gusta mucho (aunque suelo ver películas no europeas sino estadounidenses de ese estilo). Esta no me terminó de cerrar aunque las locaciones eran increíbles, bellísimas (Italia es Italia), los trabajos todos excelentes para mí (a Odi le molestó el del Papa), incluso el del chiquito, los colores realmente poderosos. Lo que me impresionó muchísimo es la historia, una historia real sobre el rapto (título) de un chico judío que los católicos de los Estados Pontificios se llevan porque está bautizado, para que sea cristiano. Se ve que no tengo tanta formación de esas historias europeas..., y me sorprendió mucho. Hay algunos diálogos que estaban muy bien hechos y la escena desgarradora de cuando separan al chico de la madre y el chico, por fin, se rebela..., para mí fue inolvidable. Algo obvio: el montaje de las dos religiones (judía y católica) en ciertos momentos, como para decir que ambas están en lo mismo, que ambas son humanas y con problemas aunque en el momento de la historia, la judía no tenga poder y la otra sí. Me alegro de haberla conocido...., aunque sé que voy a olvidarme de la película enseguida. Últimamente no vemos nada que nos fascine en el cine, pero ir, sentarse ahí, mirar la pantalla y después cenar en alguna parte (fuimos a El Español, muy rico) me sigue haciendo profundamente feliz. Es mi salida favorita.

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